El regreso al hogar durante la COVID-19: La historia de Noi, una migrante que retorna
Nota: Esta historia está inspirada en las experiencias reales de varios migrantes. Los nombres y detalles geográficos han sido cambiados para proteger su privacidad.
Es un día soleado en la meseta de Nakai, en el centro de la República Democrática Popular Lao. Noi acaba de volver del mercado, donde ha comprado una camisa nueva para su hijo de 3 años, Seng. Seng ha crecido mucho en los dos años transcurridos desde que Noi se fue a Tailandia en busca de mejores salarios.
Cuando Seng tenía sólo 7 meses, Noi, de 22 años, hizo los trámites para empezar a trabajar en una plantación de plátanos en la provincia de Buri Ram, al otro lado de la frontera. Ayudar a sus padres en la plantación de arroz proporcionaba la comida justa para la familia de ocho miembros, pero no el dinero suficiente para pagar la electricidad, la educación y, de vez en cuando, algo de carne o pescado del mercado.
De forma renuente, ella dejó a su familia para recoger plátanos todo el día en un país extranjero donde no conocía a nadie. Emigrar le costó tiempo y dinero, pero le permitió a Noi trabajar con seguridad, obteniendo unos ingresos mucho mayores en Tailandia. El trabajo físico en el calor durante todo el día agotó a Noi. Así que, cuando se enteró de un trabajo de limpieza en un hotel de otra ciudad de Tailandia, decidió viajar más al sur. El nuevo trabajo era más cómodo, pero Noi diariamente seguía echando de menos a su hijo y a su marido . Cada vez que su madre le enviaba una foto de Seng, sentía una punzada en el corazón.
En marzo de 2020, se impusieron restricciones de viaje debido a la COVID-19. El hotel en el que trabajaba Noi, al igual que otros negocios en Tailandia, cerró. Noi pensó que no tenía más remedio que volver a casa. Se sintió desgarrada por dentro, queriendo volver a Seng, pero sabiendo que eso significaría que los buenos ingresos de su familia se acabarían para siempre. Sin embargo, el miedo a no saber cuándo volvería a ver a su familia alimentó la determinación de Noi.
Pronto quedó claro que dejar Tailandia no iba a ser fácil. “No me pagaron mi último sueldo antes de volver a casa", dice Noi. "Mi empleador también se negó a darme mi tarjeta de afiliación a la seguridad social tailandesa. No quise denunciarles porque temía tener problemas”. Noi no conocía sus derechos y, en ese momento, su mayor deseo era volver a casa sana y salva, aunque eso supusiera perder algo de dinero. Junto con sus amigos, reunió algo de dinero para reservar una furgoneta privada hasta la frontera, porque el transporte público se había detenido. El viaje en furgoneta le costó más de la mitad de sus ahorros.
En un puesto de control al volver a entrar en la República Democrática Popular Lao, Noi y sus ocho amigos fueron llevados a un centro de cuarentena en camiones militares. Durante las calurosas tardes, Noi y sus amigos descansaban a la sombra. Tres veces al día, Noi y los demás retornados hacían cola para comer. También recibían productos básicos de higiene como jabón, papel higiénico y pasta de dientes. Los alimentos y los suministros de higiene fueron proporcionados por las Naciones Unidas, la organización sin findes de lucro World Vision y la Cruz Roja Suiza.
Tras dos semanas de cuarentena, Noi llegó por fin a casa. Aunque estaba encantada de estar de vuelta con su hijo, sigue preocupada. “La situación económica de nuestra familia no es buena. Aunque mi marido sigue enviando dinero desde el Sur, sus ingresos como jornalero no son suficientes para mantener a toda la familia”.
“No quiero volver a dejar Laos”, dice Noi mientras mira a Seng mientras reflexiona sobre su futuro. Aunque los salarios sean más bajos, Noi quiere quedarse cerca de casa y de su hijo. La vida no será más fácil a corto plazo, pero, con la familia a su lado, Noi tiene la motivación para superar los retos del camino.
Esta no es sólo la historia de Noi. Es la realidad de unos 280.000 trabajadores inmigrantes laosianos en Tailandia. Según la evaluación del impacto socioeconómico de la COVID-19 realizada por las Naciones Unidas en la República Democrática Popular Lao, hay más de 320.000 ciudadanos laosianos que se quedaron sin trabajo durante la pandemia, y se perdieron unos 125 millones de dólares en remesas. Se calcula que alrededor del 50% de la población ha tenido que reducir su consumo, y el 15% no puede pagar los alimentos básicos.
Las Naciones Unidas siguen trabajando con el gobierno y el pueblo de la República Democrática Popular Lao para no dejar a nadie atrás. El Programa Mundial de Alimentos apoya a los trabajadores migrantes que regresan a los centros de cuarentena de todo el país con la distribución de alimentos y artículos de higiene, y trabaja para ayudar a los aldeanos a superar las carencias alimentarias y ser autosuficientes en tiempos de pérdida de ingresos. La Organización Internacional para las Migraciones apoya al Gobierno de Laos en la mejora de la gestión de las fronteras, la defensa de la migración segura y el apoyo a los migrantes retornados con asistencia directa.
Incluso en los momentos más difíciles, todos deben ser tratados con dignidad y respeto. Noi, como todos los emigrantes, debería poder vivir una vida segura, disfrutando de los mismos derechos.
Historia escrita por la Sra. Karen Ho, Oficial Junior de Comunicaciones, OIM República Democrática Popular Lao, y de la Sra. Ildiko Hamos, Coordinadora de Alianzas y Comunicaciones, PMA República Democrática Popular Lao. Apoyo editorial de Paul VanDeCarr, Oficina de Coodinación del Desarrrollo. Para saber más sobre el trabajo del equipo de las Naciones Unidas en el país, visite Laopdr.un.org.