El programa de protección social integrada de Madagascar
“Todavía recuerdo lo difícil que era para nosotros vivir el día a día. Lo que más me molestaba era que nuestra escolarización se veía interrumpida porque papá y mamá no tenían dinero. Mis padres tenían problemas para pagar las tasas y el material escolar, lo que hizo que tuviéramos que quedarnos en casa varias veces”, dice Volasoa, la hija mayor de la familia y quien ahora ha vuelto a la escuela.
La vida familiar de Fagnosea Alphonse y Masy Suzanne, de 40 y 39 años respectivamente, originarios de Tanandava, distrito de Amboasary sur en la región de Anosy (en el sur de Madagascar), ha evolucionado de buena manera. Pero incluso sus hijos recuerdan las penurias que vivió su familia anteriormente.
Como sus necesidades básicas no estaban cubiertas, la familia no tenía muchas esperanzas en el futuro; a menudo no comían y sus hijos faltaban con frecuencia a la escuela. Además, en aquella época, la pareja discutía mucho a causa de esta inestabilidad. “Había mucha tensión y problemas de relaciones sociales entre nosotros”, recuerda Masy.
La vida de la familia mejoró poco a poco al beneficiarse del programa de protección social integrada titulado "FAGNAVOTSE" financiado por el fondo de las Naciones Unidas para alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible para 2030, con el apoyo técnico de cuatro de sus ramas.
En 2016, la familia se benefició del programa de transferencia de efectivo FIAVOTA de UNICEF, un programa creado para apoyar económicamente a los hogares afectados por la sequía y garantizar la educación de los niños y niñas. En 2020, la familia recibió asistencia del programa de protección contra la violencia de género del UNFPA, así como del programa de seguros agrícolas aplicado por el Programa Mundial de Alimentos (PMA). Como parte de este programa FIAVOTA de UNICEF, la familia recibió la suma de 90.000 Ar (ariary malgache, moneda de Madagascar) para la recuperación de su actividad económica, así como algunos artículos necesarios en el hogar, como utensilios de cocina. Además, la familia compró cabras para aumentar sus activos. Con el tiempo, Fagnosea y Masy han encontrado otras fuentes de ingresos para mejorar su vida cotidiana y llegar a fin de mes.
Este programa garantizaba a la familia un subsidio de 50.000 Ar, es decir, 13 dólares cada dos meses. Con esta suma, Fagnosera y Masy se aseguraron la educación de sus hijos. Además, Volasoa, la mayor, está ahora en la escuela secundaria, en segundo curso, un gran orgullo para la familia.
La esperanza se vislumbra en el horizonte de esta familia con un cierto alivio, a todos los niveles. “Podemos cuidar la salud de nuestros hijos. El médico confía ahora en nosotros, incluso si ocurre que no tenemos suficiente para pagarlo inmediatamente, siempre consulta a los propios chicos”, explica Masy.
La familia ha podido construir su propia casa este año. Además, su pareja tiene menos problemas, ya que los cónyuges se han beneficiado del apoyo y la atención psicosocial de los trabajadores sociales del Centro de Escucha y Asesoramiento Jurídico (CECJ). Con este apoyo, se han convertido en modelos para su comunidad.
Además, Fagnosea y Masy están afiliadas al seguro agrícola del PMA. Son miembros de un grupo de ahorro y préstamo de la aldea llamado ZOTO (término que equivale a “diligencia”, según una traducción amplia). El objetivo de esta asociación es mejorar las condiciones de vida de cada miembro. Cultivan hortalizas en las tierras de la comunidad y contribuyen activamente con las cuotas de los miembros. Los ahorros recaudados se distribuyen a los miembros después de 6 meses según el valor pagado, y la contribución social se utiliza como ayuda mutua en caso de muerte o nacimiento de miembros. “Nos sentimos felices porque hemos podido cumplir con nuestro deber no sólo dentro de la familia sino también a nivel de la sociedad”, concluye Fagnosea a manera de mensaje para las demás familias.
A diferencia de los demás hogares, los efectos de la sequía no son tan graves para la familia de Fagnosea y Masy. Gracias al apoyo financiero y emocional que han obtenido, la pareja es más resiliente para afrontar el choque en comparación con lo que han experimentado en el pasado. En dos años de ejecución, el programa ha seguido reforzando la capacidad de recuperación de 6.000 hogares del sur de Madagascar, más concretamente en las comunas de Tanandava, Ifotaka y el distrito de Behara de Amboasary.
La esperanza renace para Fangnosea y Masy, así como para sus hijos. Ellos consiguen mejorar sus condiciones de vida a pesar de la crisis derivada de los efectos de la sequía que azota el sur de Madagascar gracias a las diversas ayudas de las que se benefician, entre ellas el programa de protección social FIAVOTA.
Publicado originalmente en UNICEF Madagascar. Para saber más sobre el trabajo que se realiza en Madagascar visite: https://madagascar.un.org/.