Nidya Pesántez: Incorporar la perspectiva de género en la acción climática implica reconocer las barreras existentes y hacer un esfuerzo activo por eliminarlas
Cada 22 de abril se conmemora el Día Internacional de la Madre Tierra, una fecha oficializada por las Naciones Unidas a través de la resolución 64/196 de la Asamblea General, adoptada el 21 de diciembre de 2009. Este reconocimiento marca un hito político en la agenda ambiental internacional al establecer la necesidad de promover una relación equilibrada y respetuosa entre la humanidad y el planeta que habitamos. Si bien el origen oficial de este día proviene de movimientos políticos y sociales de la segunda mitad del siglo XX, el reconocimiento de la Madre Tierra como una concepción cultural más profunda que entiende a la tierra como un ser femenino, sagrado y proveedor ha estado presente desde hace siglos en muchas comunidades del mundo. Para numerosos pueblos indígenas, esta relación espiritual y simbiótica con la tierra forma parte de su cosmovisión y de su forma de vida. Reconocer, recuperar y valorar estas formas de entender y habitar el mundo es esencial si aspiramos a construir futuros verdaderamente sostenibles, donde el cuidado de la vida, la reciprocidad y el respeto por los ciclos naturales dejen de ser una opción y se conviertan en el principio rector de nuestras decisiones colectivas.
El Día Internacional de la Madre Tierra nos invita a reflexionar sobre quienes desempeñan un papel fundamental en promover y cuidar una relación de equilibrio con la naturaleza: las mujeres. Ellas sostienen la red de la vida, ese entramado de relaciones que conecta a las personas con los ecosistemas, y que se nutre del cuidado, el conocimiento y la interdependencia. A través de sus acciones, saberes y resistencias cotidianas, las mujeres no solo enfrentan los impactos de la crisis climática, sino que impulsan soluciones transformadoras que regeneran vínculos entre lo humano y lo natural.
Para profundizar en este tema, conversamos con Nidya Pesántez, representante de ONU Mujeres en Bolivia y coordinadora del Hub Regional de Género, Ambiente y Justicia Climática
En este contexto de crisis y multi amenaza ambiental, ¿qué implica realmente incorporar la perspectiva de género en las políticas y acciones climáticas?
En América Latina y el Caribe (ALC) habitan aproximadamente 335 millones de mujeres y niñas; de las cuales por lo menos 63 millones viven en zonas rurales, con una interacción directa y constante con el medio natural. Se estima que el cambio climático empujará a más de 158,3 millones de mujeres y niñas a la pobreza, 16 millones más que el número total de hombres y niños. Las mujeres son especialmente vulnerables a las crisis ambientales por la intersección de múltiples factores de desigualdad como la etnia, edad, situación económica, estado civil, condiciones de salud o situación migratoria, entre otros. Incorporar la perspectiva de género en la acción climática implica reconocer las barreras existentes y hacer un esfuerzo activo por eliminarlas. Ello no solo supone reducir los impactos diferenciados sobre las mujeres desde una posición de víctima, sino también reconocer y fortalecer su liderazgo y contribuciones al bienestar colectivo y la acción climática.
Desde tu amplia experiencia, ¿cómo están contribuyendo las mujeres de América Latina y el Caribe a liderar soluciones sostenibles desde los territorios?
A lo largo del tiempo, han sido muchas las voces que han alertado sobre la urgencia de restablecer nuestra relación con la Madre Tierra. Entre ellas destacan las de las mujeres, especialmente, aquellas que desde los territorios y comunidades sostienen cotidianamente los hilos invisibles del cuidado, la producción, la transmisión de saberes y la defensa del entorno. Su rol, históricamente invisibilizado, es hoy más que nunca esencial para afrontar la crisis climática desde una mirada justa, integral y transformadora. Más allá de los espacios de toma de decisiones globales, son ellas quienes protegen semillas, cuidan fuentes de agua, resisten frente a la pérdida de territorios y saberes, y mantienen vivas prácticas ancestrales de armonía con la naturaleza.
En muchos contextos, las mujeres ya están liderando la acción climática. ¿Qué ejemplos inspiradores podrías compartir?
ONU Mujeres realiza un esfuerzo importante y necesario por recopilar y visibilizar las voces de mujeres que, desde sus territorios y saberes, impulsan soluciones transformadoras frente a las crisis ambientales. Por ejemplo, aquí en Bolivia, Rosa Jalja, periodista, lideresa y miembro de la Red de Mujeres Unidas en Defensa del Agua, destaca el papel crucial de las mujeres en la conservación del lago Titicaca. Desde 2016, ella ha liderado acciones comunitarias para proteger los recursos hídricos del lago, incluyendo campañas de limpieza, monitoreo de la contaminación y promoción de prácticas sostenibles en colaboración con autoridades locales. Además, Rosa ha utilizado la radio local como herramienta de sensibilización sobre la conservación del lago y los derechos de las comunidades que habitan a su alrededor. Otro ejemplo inspirador es el de las mujeres afrobolivianas de la comunidad de Tocaña en el municipio de Coroico (La Paz), quienes han rescatado las plantas medicinales nativas de su región mediante el vivero “La Botica Viva”. Este proyecto busca proteger la biodiversidad del ecosistema de la Madre Tierra y, al mismo tiempo, recuperar y compartir los saberes ancestrales de las mujeres de Tocaña, otorgándoles un nuevo valor y proyección dentro y fuera de sus comunidades. Estos son solo dos de los muchos ejemplos que existen en América Latina y el Caribe.
¿Qué papel juega ONU Mujeres en apoyar a los gobiernos y a la sociedad civil para que las políticas climáticas sean más justas e inclusivas?
ONU Mujeres cuenta con una estrategia regional de Género, Ambiente y Justicia Climática cuyo objetivo principal es contribuir efectivamente a la construcción de un nuevo modelo de desarrollo e incorporar la perspectiva de género en las políticas, marcos normativos, planes, programas, proyectos, presupuestos y datos relacionados con la agenda ambiental y la justicia climática. En este contexto, el proyecto “Género, Ambiente y Cambio Climático: potenciando acciones eficientes, justas y efectivas”, financiado por el Gran Ducado de Luxemburgo, abandera la estrategia regional a través de 3 componentes clave:
- Generación de datos desagregados por sexo, que permita evidenciar los impactos diferenciados del cambio climático y las contribuciones de hombres y mujeres a la acción climática, que sirvan para informar y desarrollar políticas públicas basadas en evidencia.
- Fortalecimiento institucional para la integración de la perspectiva de género en la gobernanza climática, promoviendo la inclusión de las mujeres en los procesos de toma de decisiones.
- Fortalecimiento de la sociedad civil, mediante subvenciones que apoyen propuestas lideradas por mujeres para reducir la vulnerabilidad climática a nivel local, al tiempo que fomentan la incorporación de la perspectiva de género en el trabajo de las organizaciones ambientalistas.
Este enfoque integral busca asegurar que la justicia climática y la igualdad de género sean componentes centrales en las estrategias de respuesta al cambio climático, impulsando soluciones más inclusivas y equitativas en la región.